TERCER MILENIO
Aspiran que el PAIPPA sea una gran empresa con 10.000 asociados
Por Justo L. Urbieta
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El jueves se evocará a aquella inolvidable jornada del 15 de septiembre de 1996 cuando Gildo Insfrán, sorpresivamente, lanzó en General Belgrano el Programa Integral para los Pequeños Productores Agropecuarios, el PAIPPA, orientado a ofrecer a los más chicos del sistema productivo la posibilidad que formen parte de los incluidos social y económicamente.
Algunos pensaron que era otro de los tantos anuncios electoralistas de los que han abundando durante mucho tiempo y por eso su mentor se encargó de aclarar desde el principio que en el PAIPPA no habría bolilla negra para nadie.
Tampoco importaba el color político, la ideología, ni la religión o el color de la piel. El denominador común era uno solo: el grado de necesidad de la gente.
Esa fue la directiva que recibieron desde un principio los funcionarios de todas las áreas del gobierno. Además, pidió a los productores que con su participación y protagonismo también facilitasen el cumplimiento de las distintas facetas del programa. Les dijo que si aparecía alguien queriendo torcer esa decisión debían elevar su voz de queja y de denuncia.
Entre otras tantas cosas que implicaba formar parte de esa propuesta inédita, desde el modelo propio se les ofrecía las garantías necesarias para que los campesinos tuviesen el derecho de realizarse en su suelo natal, terminando con ese penoso peregrinar hacia las ciudades con las consecuencias más dolorosas aún que todos conocemos, es decir perdidos en villas miserias y dependiendo de la buena de Dios.
La esperanza
Tras superarse las primeras dudas, comenzó a percibirse que el PAIPPA les generaba esperanza, sobre todo cuando se señalaba el rol participativo que le asignaba a la familia rural en general y cada uno de sus componentes, en particular.
Como pieza central se ubicó a la mujer para que mejorase en conocimientos sobre nutrición y promoción humana con temas valiosos como higiene, salud, educación y el crecimiento consecuente de su autoestima para que motorice con vigor cada etapa de esta propuesta.
Al varón se le propuso trabajar desde el punto de vista de la producción, capacitándolo para complementar sus conocimientos en la práctica laboral. La pareja, entre tanto, fue forjada en la recreación de los valores solidarios sobre cooperación mutua y autogestión.
La niñez y la escuela
Los niños también formaban parte de este esquema, sobre todo, recibiendo en las escuelas, a través de una reforma curricular que ponía más atención en las cosas que entornaba la vida familiar, los conocimientos necesarios para que puedan darle continuidad en el tiempo a esta programación a la que me atrevo a calificar, insisto, de revolucionaria.
Figuraban, además, los jóvenes para quienes se crearon las alternativas educativas con salida laboral para que cuando completen las etapas de su formación educativa no tengan necesidad de emigrar y se realicen plenamente en la tierra donde nacieron y a la que están ligadas sentimentalmente con profundidad.
La orientación era hacia disciplinas que tuviesen que ver con la producción agrícola, ganadera y forestal así como con la alimentación ha sido privilegiada para definir la orientación de los colegios polimodales y terciarios distribuidos en todo el territorio.
De aquel principio se llegó a este presente con un Instituto Universitario Formoseño con sede en Laguna Blanca de donde ya egresaron las primeras promociones de Ingenieros en Producción Agropecuaria, la mayoría de ellos hijos de paipperos.
Esa casa de estudios se constituye hoy en la base para la sede de la Universidad Provincial de Formosa que a las carreras ligadas a la producción se le suma la Facultad de Medicina y la licenciatura en Enfermería.
Cuestión constitucional
En la Constitución Provincial, reformada en 1991, se decidió por el diseño de una Provincia Agroindustrial y Forestal. Y como un complemento para que la familia rural sea dignificada a plenitud, aparecieron las viviendas rurales que con su diseño arquitectónico sencillo y adaptado a las particularidades culturales campesinas, se convierten en otro hecho inédito en el país, erigido en la misma chacra de los productores.
Pero más significativo aún que la cuestión habitacional, el PAIPPA ha creado las condiciones de seguridad jurídica que por tantos años demandó el campesino y que se tradujo en las luchas de las Ligas Agrarias y en los movimientos populares que acompañaron el legítimo reclamo de los pequeños productores.
La entrega en propiedad de la tierra donde nacieron ,viven y trabajan los productores es otro hito que pasará a formar parte de esta historia transformadora que le estamos legando a las generaciones futuras para que la disfruten y la complementen.
Un antecedente
Le tocó a Gildo Insfrán, en sus épocas de diputado provincial en la década del 90, conseguir que se apruebe un proyecto de ley que modificaba las exigencias en la Ley de Tierras que impedían que los más pequeños pudiesen recibir sus ansiados títulos.
Al quitarse lo estricto de la denominada “unidad económica” fue posible comenzar a despojar de la mente de los campesinos el antiguo y temido fantasma del desalojo, el ruido ensordecedor de las topadoras que en una época negra de la trayectoria formoseña derrumbaban, sin miramientos, las casas y ranchos humildes de todos ellos.
Además, a partir de una gestión ante la entidad que nuclea a los agrimensores formoseños se pudo resolver otro de los problemas que surgieron por la lógica carencia de ingresos suficientes: la mensura de las tierras.
Perón enseñaba a sus seguidores que el problema de la tierra debía ser encarado con absoluta seriedad ya que debía ser para quien la trabajara y no de aquel que vive consumiendo sin producir.
Y sobre el tema de la propiedad de la tierra esclarecía con una cita: “Dad al chacarero una roca en propiedad y el os devolverá un jardín. Dad al chacarero un jardín en arrendamiento y el os devolverá una roca”.
Seguro de salud
Pero este programa no podía dejar de contemplar lo fundamental para el desarrollo humano: la atención de la salud de la familia rural.
Esa es la razón por la que se puso en marcha el Seguro de Salud PAIPPA, por el cual se aseguró la cobertura asistencial a través de la red hospitalaria de la provincia así como también de la distribución gratuita de los medicamentos indicados. Para ello se organizó todo un sistema encadenado que sumó a la actividad privada y a las delegaciones de la obra social estatal IASEP, a lo largo y ancho del territorio.
Sintetizando, lo cierto es que a dieciocho años del lanzamiento de este programa novedoso, ya hay que hablar de 10.000 familias para las que se aspira un destino inmejorable a partir de la asociación, capacitación y expansión de sus horizontes productivos.
El anhelo superior de Insfrán, según lo sugirió él mismo, es ver a una gran empresa de 10.000 socios produciendo a escala y comercializando conjuntamente sus productos primarios.
Pero también con el necesario agregado de valor porque se apuesta a un proceso de industrialización para que las plantas y fábricas se establezcan junto a las chacras y quintas, es decir que cada familia se convierta en emprendedora y administradora de su propia pyme.