Consecuencias de una inflación elevada
En cuatro meses de este año electoral, la inflación acumuló un 17,6% de alzas y para hallar un comportamiento de los precios de estas características hay que remontarse a 2016, cuando el Índice de Precios al Consumidor (IPC) se ubicó en un 40% durante todo ese año. Tal vez el dato sea una tendencia de que la inflación tendrá ese comportamiento en este 2021, muy lejos del 29% de lo proyectado por el ministro de Economía Martín Guzmán.
Si al cierre de 2020 el gobierno se proponía que la inflación perforará el 30% en este año electoral, al momento debe estar enfocado en que no supere el 40%. De allí los acuerdos con algunos sectores vinculados con la alimentación, como por ejemplo, el de los Precios Populares en una decena de cortes de carne para sostener el valor en el tiempo. Lograrlo será una tarea difícil, y posiblemente se tensen otras variables para cumplir el objetivo –tarifas, tipo de cambio, más controles de precios–. El tiempo juega en contra mientras los desequilibrios se agravan y algunas políticas tardan en dar resultados; las próximas semanas serán importantes, advierte la consultora Ecolatina.
Según Víctor Beker, director del Centro de Estudios de la Nueva Economía (CENE) de la Universidad de Belgrano, para bajar la inflación al nivel del 29%, como estaba prevista en el presupuesto aprobado por el Congreso para 2021, se necesita optar por un drástico viraje en la política económica, ya que existe una inercia inflacionaria que debe ser doblegada atacando todas sus causas. De lo contrario, la inflación presente retroalimenta a la futura. “En primer lugar, hace falta voluntad política para hacerlo. En el contexto actual de fragmentación en la toma de decisiones, esa es la primera y mayor dificultad. Suponiendo que ella fuera superada, se requiere, desde el punto de vista técnico, un plan integral de ataque coordinado a la inflación. Ello implica que el conjunto de las medidas monetarias, fiscales y cambiarias, así como la política de ingresos, esté subordinado al logro de la meta de inflación. Y que el plan sea creíble y creído por la población”, asegura el economista. En este contexto, observa, “resulta alarmante que haya quienes pretendan resucitar fórmulas ya rotundamente fracasadas en el pasado. Por ejemplo, reducir el problema de la inflación al aumento en el precio de la carne y proponer un índice de precios ‘descarnado’, como el que implementara el ex ministro Martínez de Hoz en 1979 y que fue rápidamente abandonado al advertirse que no introducía una diferencia demasiado significativa”.
El valor del combustible también inquieta a los consumidores y, más allá de lo que sostengan los empresarios de la actividad, el aumento golpea en el resto de los precios de la economía. Por caso, la Federación Argentina de Entidades Empresarias del Autotransporte de Cargas señala que los costos de la actividad crecieron un 5,4% en abril y casi un 53% en los últimos 12 meses. La principal causa ha sido el reajuste en el valor del combustible, que en abril fue del 6,6% y acumula un 30% en lo que va del año. El ajuste del gasoil en abril es el noveno consecutivo desde agosto de 2020, tanto en los segmentos mayorista como minorista. Si sube el gasoil, se incrementa el costo del flete y, así, hasta llegar al precio final del producto, por efecto traslado de costos.
—¿Qué es necesario observar para establecer si la inflación seguirá en alza o, por el contrario, irá en descenso en los próximos meses?
—El punto de partida será el efecto de los acuerdos de precios que el Gobierno nacional acordó con distintas cámaras, con el fin de evitar que los alimentos, particularmente, continúen subiendo por encima del IPC general. Según Damián Di Pace, director de la consultora Focus Market, la canasta básica alimentaria presenta una evolución mensual del 4,5%. “Una familia tipo necesita de $29.100 para cubrirla. Si ese hogar depende de un salario mínimo vital y móvil, con el reajuste de este mes, dispondrá de $ 24.408, pero si se lo proyecta a febrero será de $29.160 que es casi el valor de la canasta alimentaria de hoy”, indica. El problema es que la canasta continuará su ascenso y es probable que, hasta el segundo mes de 2022, llegue a costar $41.826, un valor proyectado según la evolución inflacionaria.
—El freno de mano está puesto en las tarifas de los servicios públicos privatizados. Habrá algunos incrementos antes de las elecciones, pero el gran problema, como suele suceder en cada turno electoral, es qué pasará cuando los comicios pasen y regresen las tensiones por las tarifas.
—La aceleración de la inflación le está cortando las alas al rebote económico, incluso con el viento de cola que viene con el precio de la soja a $600 la tonelada. Esos dólares de la soja no llegan a la actividad y se van por la otra ventanilla “financiando la fuga” en léxico criollo, según Econométrica. La aceleración inflacionaria está haciendo perder capacidad de compra a la población, lo que deprime el nivel de actividad interno.
Con datos oficiales, a marzo los salarios acumulaban un incremento de sólo 33% interanual, frente a una inflación del 43% interanual. Dicho en otros términos, los salarios aceleraron su caída en términos reales al -6,6% interanual en el primer trimestre del año y acumulan una pérdida superior al -20% en los últimos cinco años, completa la consultora.
Marcelo Aguaysol