TERCER MILENIO
El orgullo de ser y sentirnos más formoseños que nunca, sabiendo de dónde venimos y hacia a donde vamos
Quienes hemos tenido la gracia de nacer en esta tierra bendita, del mismo modo que aquellos que la eligieron como destino de vida, reconocemos a esta jornada del 8 de abril como la de la formalización de su fundación por parte del comandante Luis Jorge Fontana y las familias pioneras, coincidiendo todos en que hay una llamada sentimental que revela que cada día que pasa nos sentimos más orgullosos de ser y sentirnos formoseños.
Más aún cuando habiendo investigado en los últimos años acerca de los orígenes y la identidad cultural de los habitantes de este territorio compartido con comunidades originarias y las conformadas por legiones migratorias mundiales, la historia política esclarece acerca de dónde venimos y hacia a dónde vamos.
Así como los protagonistas de aquellos días de 1879 se afincaron en estos solares para recrear la Villa, trabajar intensamente, unirse para superar las adversidades y aferrarse al profundo afecto que los ligó a esta Formosa naciente de tal modo que se comprometieron con su futuro y hasta terminaron en ella su existencia, las generaciones posteriores fueron aportando lo suyo para que de la nada aquella llegásemos hasta este presente en plena evolución.
La pandemia sanitaria obligó a celebrar distinto este día. Pero fue el momento de preservarnos para que en algún tiempo más tuviésemos la posibilidad de reencontrarnos, de utilizar las enseñanzas derivadas de las reflexiones en cuarentena y, sobre todo, de la coincidencia con los días santos que nos mostraron a un Cristo que fue humillado y crucificado para luego de su muerte resucitar, salvar a los hombres y permitirles confiar en que desde la fe se acrecientan los tiempos mejores.
Y los formoseños tuvimos ocasión de sortear tiempos críticos y dolorosos como los derivados de las inundaciones- sobre todo la de 1983- de la trágica jornada del 5 de octubre de 1975 o de la desconsideración por parte de algunas administraciones nacionales, militares y civiles que nos negaron lo que nos merecíamos por derecho y por esfuerzo legítimos para crecer, progresar y ser iguales al resto del país.
A las jornadas de luto, llanto y dolor sin resignación sobrevinieron días diáfanos como los que transcurren actualmente en nuestra Formosa pese a la subsistencia de enfermedades que dañan la salud de la población propia y regional y causa, como fue el caso del extraño virus, una explosión de mortandades que parecía incontrolable.
Esa fe, esa esperanza y la aceptación con responsabilidad de la responsabilidad que cada uno debe asumir en esta hora son los valores que hacen que este 8 de abril, como siempre, aparezca como un faro luminoso que orienta a los formoseños hacia mejores días y buenos tiempos.
Gildo Insfrán siempre manifestó su admiración por la gesta patriótica del comandante Luís Jorge Fontana a lo largo de su vida; resaltó la solidaridad y la valentía de las familias pioneras; instó a consolidar la transformación de la provincia y aunque reconoce que ha experimentado un cambio concreto para bien colectivo, sabe que permanentemente asoman nuevos desafíos para ésta y las futuras generaciones.
Es que interpreta que, más allá de la obra material que fue cuantiosa y que permitió afirmar la integración territorial, social, cultural y económica de Formosa dentro y fuera de su propia jurisdicción, hay un reconocimiento acerca de quiénes somos, de dónde venimos y hacia a dónde vamos porque hemos conseguido definir y recrear nuestra identidad cultural.
Está persuadido que los formoseños consiguieron reconocer su perfil identitario sobre lo que son, lo que tienen y , sobre todo, sobre lo que pueden unidos y solidarios a partir de una hoja de ruta que se fue recreando organizadamente desde un modelo propio que hace rato dejó de ser patrimonio de un gobierno o de un partido para convertirse en la pertenencia colectiva de los formoseños porque está impregnado de un profundo amor y compromiso con el lugar donde nacimos o elegimos como destino de vida.
Se ha dicho ya que el formoseño nace donde quiere y que la única condición para reconocerlo como tal es que ame profundamente a Formosa.
El desafío del nuevo tiempo consiste en transformar lo logrado en herramientas revolucionarias que aseguren lo conquistado hasta el presente desde el Modelo propio; en afianzar la unidad y la solidaridad aferrados al proyecto provincial y a desplazar el vuelo corto de las discusiones de coyuntura para seguir apostando al consenso sobre los objetivos centrales que conciernen a todos, más allá de cualquier sectarismo.
Con estas herramientas de lo que se trata es de trabajar intensamente ya que nunca, como ahora, el futuro depende sobremanera de nosotros mismos, de lo que los propios formoseños podamos crear y realizar.
A partir de ahora el esfuerzo debe volcarse a asegurar la sustentabilidad de las realizaciones y, aunque se reconoce que no es una tarea fácil de emprender, significa que Formosa corre con ventaja al comprender que la provincia tiene una hoja de ruta y un pueblo que la ha revalidado y reconocido como propia desde que fue concebida.
Se trata de una tarea indelegable e intransferible y un desafío patriótico para todos ya que solamente los formoseños saben lo que les ha costado construir.
Por Justo L. Urbieta