El silencioso trabajo del Ejército en la formación de atletas argentinos
Ocho integrantes de la delegación argentina en Tokio, entre el ellos el pentatleta Sergio Alí Villamayor, tienen un tipo de vínculo con ese brazo de las Fuerzas Armadas; ¿de qué se trata y cómo se benefician?
Los últimos Juegos Olímpicos dejaron varios hechos trascendentales para el deporte argentino y en especial para el formoseño, como el debut de Sergio Villamayor. El formoseño es Sargento egresado de la Escuela de Suboficiales del Ejército Sargento Cabral en 2008. En este informe del diario La Nación, la implicancia de la institución en los atletas.
Las concentraciones deportivas son un lugar ideal para conectar con la gente. Durante el Panamericano de Lima 2019, Alexis Eberhardt, miembro del equipo olímpico de tiro de la Argentina, conoció al Teniente Coronel Filipi, quien lo invitó a formar parte del equipo deportivo del Ejército. La propuesta fue tentadora: Eberhardt ingresaría como “soldado voluntario” y podría usar todos los recursos del programa de entrenamiento a su favor. Gimnasios, rutinas de práctica, campos de atletismo y un sinfín herramientas que facilitarían la preparación para la cita con la que él ya estaba obsesionado: Tokio 2020. El joven santafecino define esta experiencia como “muy enriquecedora”. Y no es el único: Fernanda Russo -también de tiro- y Sergio Alí Villamayor cuentan que esta rama de la cartera de Defensa fue crucial desde los albores de sus carreras como deportistas amateur.
En la página oficial del Ejército argentino se puede leer que el programa de voluntariado (una especie de servicio militar voluntario) toma diferentes tipos de profesionales. Personas que tengan ganas y puedan aportar con su talento y sus habilidades. El Ministerio de Defensa presenta como una de las mayores ventajas del programa al hecho de que los ingresantes pueden tener una permanencia dentro de la Fuerza de hasta diez años, durante los cuales “se desempeñan variadas funciones dentro de la organización, dependiendo de las capacidades y aptitudes personales”.
Luego de completar un adiestramiento amoldado para la función a desempeñar, cada ciudadano admitido puede aprovechar ciertos beneficios básicos, como cobertura sanitaria y social, un sueldo mensual y suplementos de acuerdo a la región donde preste servicios; además de la posibilidad de vivir en una instalación militar. A simple vista, solo hay una desventaja: cumplidos los 28 años de edad, todos los soldados voluntarios deberán abandonar la Fuerza -a menos que decidan seguir instruyéndose y continuar su carrera allí-. Pero para los atletas amateur que recién comienzan, cuyas edades promedian los 20 años -o menos-, eso no suele ser un problema, y suelen percibir este programa como una oferta tentadora: les da la posibilidad de abocarse a su disciplina y recibir dinero por ello.
Para Sergio Alí Villamayor, la carrera militar ofreció mucho más que una salida: ingresar al Ejército le permitió conocer a Guillermo Filipi, la persona que apostó por su talento. El formoseño, hoy representante argentino en pentatlón moderno, se dedicaba entonces al pentatlón militar, una disciplina bastante diferente. “Yo entrenaba todas las semanas, por deporte, para estar en forma, por diversión”, cuenta. “Hasta que me pregunté «¿Para qué entreno al pedo?»…por lo cual, apunté a los torneos inter-fuerzas (Ejército, Armada y Fuerza Aérea) y empecé a practicar para acuatlones. Con el tiempo, los acuatlones me llevaron a conocer el pentatlón militar”, recordó. En el transcurso de esos meses, el Ejército creó un equipo de pentalón moderno que sería comandado por Filipi, ya coordinador de las delegaciones nacionales. Y el tiempo terminaría gestando el “ascenso” de Villamayor a la plantilla argentina.
Alí Villamayor buscaba adrenalina, y la consiguió rompiendo sus propias marcas al correr vuelta tras vuelta en las pistas de atletismo de la Escuela de Suboficiales, en Campo de Mayo.