La pelea por el Comité Nacional de la UCR
En unas semanas, el radicalismo nacional se apresta a elegir sus autoridades. Un hecho de significativa importancia en cuanto va a reflejar la vocación de poder que pueda mostrar el centenario partido, cuyas principales espadas, LN Alen e Hipólito Yrigoyen han marcado un tiempo al que aspiran volver luego del fracaso de 2001 y del rol secundario al que lo sometió la alianza con el PRO. La aparición de Facundo Manes pareció un punto de inflexión. Nuevos ímpetus se advierten en la UCR, con el correntino Gustavo Valdés que, a partir de los resultados del 29 de agosto en Corrientes, ha dejado de ser un actor de reparto. Manes es el caballito de batalla para el reposicionamiento electoral y una mejor relación de fuerzas con los amarillos. No esconde sus aspiraciones presidenciales, lo cual ayuda a que la UCR tenga con qué mostrar cartel. La evolución de las encuestas serán determinantes para acomodar los tantos en Juntos por el Cambio. Manes no tiene aspiraciones partidarias, Valdés sí, aunque no descarta ser el segundo en la fórmula si Horacio Rodríguez Larreta, esto es el PRO, gana la pulseada. En este contexto, en horas más Facundo Manes estará en Corrientes con una lectura que deja clara la decisión de Valdés de jugar en primera.
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Lousteau, con el padrinazgo del inoxidable líder tras las sombras, el misionero “Coti” Nosiglia, fantasea con la posibilidad de hacerse fuerte en la Presidencia del Comité Nacional. Emparentados con ellos, el cada vez más gravitante Facundo Manes que -todo indica- comienza a buscar un posicionamiento superador. Lousteau carga sobre sus espaldas el estigma de la resolución 125, de la cual fue ideólogo e inspirador cuando militaba en el kirchnerismo y era Ministro de Economía.
Frente a él, Gerardo Morales, reelecto gobernador de Jujuy, una figura que ya tiene su desgaste y al que se lo sindica como funcional a las recurrentes necesidades del oficialismo nacional.
Hasta hace poco, cuando Valdés era considerado un dirigente de cabotaje, sin vuelo propio y sin otra chapa que la de ser el elegido de Ricardo Colombi, el Gobernador de Corrientes era vendido como tropa propia de Morales, tampoco muy dispuesto a reconocerle un espacio propio que a la larga pueda ir en menoscabo de sus propias y legítimas aspiraciones. Aspiraciones que no se limitan a la presidencia del partido, sino que apuntan a ser un presidenciable más. Algo que parece lejano ante el nivel de instalación que ha logrado Manes, con un alto conocimiento a nivel país y muy bajo rechazo.
Lo cierto fue que el 29 de agosto cambió todo. Alberto pagó caro el error que cometió con el peronismo de Corrientes. Resolvió todo tarde y mal, contribuyendo a un espectacular triunfo de Valdés que, más que de él, fue una derrota del oficialismo nacional, como que el Gobernador de Corrientes canalizó el voto bronca o castigo de miles y miles de peronistas que se sintieron ninguneados por un Alberto que nunca terminó de asumir que el poder se ejerce, tanto más cuanto reúne el doble carácter de Presidente de la Nación y del PJ Nacional.
Pero, más allá del resultado, quizás lo más fuerte fue el cambio de actitud de Valdés que, a partir de allí modificó su hoja de ruta, tanto dentro de la propia UCR que comenzó a advertir la decisión de hacer valer sus votos y cobrar vuelo propio, como en la relación con el PRO.
Recibió a Mauricio Macri en su propio pueblo, pero se encargó días después de anudar una relación muy fuerte con el Jefe de Gobierno porteño, que corre cómodo en punta a la luz de las encuestas. Quizás, lo notable sea que ambos, Macri como Larreta ven con simpatía la proyección de una figura no gastada, que no irrita y que contribuye a sumar en términos electorales. A Morales lo descalifican por su irrefrenable pasión por negociar con el Gobierno, y a Lousteau le facturan su pasado.
Puertas adentro de la UCR, se vive también una realidad de cambio. En los hechos, Valdés está posicionado para hacer “bailar su trompo”. Los que lo conocen aseguran que no rehuirá el desafío y no descartan que, si las condiciones se dieran, se anotará como segundo de la fórmula de Juntos por el Cambio, más allá de que no será funcional a la troupe amarilla.
En esto comparte la idea de la UCR en pleno. El plan “A” es pelear la candidatura presidencial; y el plan “B”, subsidiario pero real, es ser parte no sólo de la fórmula, sino de un reparto de poder en términos distintos, algo que Larreta comparte y garantiza.
Mientras esto ocurre, Valdés tiene algo en claro. La decisión de no modificar la Constitución. Ha tomado nota de la firme e irreductible posición de la Iglesia de no avalar proyectos de reelección indefinida. Fresco aún en el recuerdo está la experiencia de Rovira, que pretendió en 2006 esa aventura chocando no con el obispo Piña, sino con la máxima jerarquía de la Iglesia. Piña, con el padrinazgo del entonces cardenal Jorge Bergoglio, terminó siendo el horcón del medio con el que se topó el propio Néstor Kirchner, que nacionalizó la disputa sufriendo las secuelas de esa elección que enterró varios proyectos reeleccionistas.
Además, pareciera estar claro que, contrariamente a Colombi, a Valdés las luces de Buenos Aires lo llaman. Se siente muy cómodo y tiene en claro que dos periodos son suficientes. El tiempo dirá adónde pone sus fichas para la sucesión. Aunque cada vez pareciera más claro hacia dónde apunta. El tiempo dirá.