TERCER MILENIO
La trayectoria política y pública de un hombre llamado Gildo Insfrán
Por Justo L. Urbieta
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Gildo Insfrán nació en Laguna Blanca, en el nordeste de la provincia, en las cercanías de la frontera con el Paraguay, el 19 de enero de 1951.
Es hijo de Miguel Insfrán, a quien perdió cuando tenía solamente ocho años y de doña Ascención Fiore, la entrañable e inolvidable Doña Pochó.
Comenzó su actividad política en sus épocas de estudiante universitario en Corrientes donde egresó como médico veterinario de la facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE).
Con la profesión a cuesta recorrió las distintas colonias y comunidades rurales del norte formoseño orientando a los productores sobre el manejo de los rodeos al tiempo que conversaba con ellos de política.
Desde siempre se manifiesta “peronista”. Sin embargo, soportó sin hesitar que se lo calificase como “menemista”, “duhaldista” o “kirchnerista”, según el presidente de turno.
Pero Insfrán siempre insistió enfáticamente: “Soy orgullosamente peronista”.
Con una agrupación distinta a las tradicionales formoseñas, que creó en su pueblo natal, se presentó a los comicios legislativos y desde su banca fue autor de varias leyes, aunque se lo recuerda por la conocida Ley Insfrán que permitió a los pequeños productores acceder al título de propiedad de la tierra que habitaban sin necesidad de cumplir con las exigencias de la unidad económica de la Ley de Tierras.
Fue vicegobernador y en 1994 fue elegido convencional constituyente.
Como tal impulsó numerosos artículos de la reformada Constitución en Santa Fe y Entre Ríos donde fue vicepresidente de la Comisión de Municipios y Economías Regionales.
En 1995 es consagrado gobernador y desde entonces su figura política creció en prestigio favoreciéndolo en la conducción partidaria y en los destinos del estado provincial.
A nivel regional, de la mano de su exitosa gestión como presidente de la CRECENEA Litoral un sub-bloque conformado por las distintas provincias litoraleñas que se unieron a los cuatro estados sureños del Brasil integrados en la CODESUL para motorizar políticas de integración de modo tal de ir fortaleciendo las bases del MERCOSUR, fortaleció sus ansias de integración regional.
Es activo, un realizador nato, perceptivo y “tiempista” según el lenguaje de la militancia, con alta capacidad, según sus allegados, para la discusión en la mesa chica.
Insfrán comenzó a tener injerencia directa en cuestiones nacionales desde su lugar de presidente del Consejo Federal de Inversiones y también por las coincidencias de visiones respecto del proyecto nacional con su colega de Santa Cruz, Néstor Kirchner, quien llegó a la presidencia de la Nación y a 72 horas de asumir cumplió con un compromiso asumido durante la campaña electoral: acordar la Reparación Historia para terminar con un destrato secular de la Nación hacia Formosa.
Amistad y política
Tenía una obsesión: quería desmentir a quienes aseguraban que la amistad y la política eran incompatibles y pretendía realizar una provincia distinta transformándola desde la planificación y la afirmación de su infraestructura básica para el desarrollo.
Quería servir a Formosa y no servirse de ella. Se había fijado a la provincia como razón de ser de su historia política.
Y un día sorprendió a sus allegados más cercanos: “Quiero ser gobernador de mi provincia”.
Una utopía
Parecía una utopía porque la mayoría tenía una mirada excluyente hacia el conductor de ese momento.
No pocos pensaban que no había futuro para aquellos que osaran disputarle algún espacio al por entonces referente del justicialismo.
Todos se fijaron en la habilidad para definir las estrategias y tácticas políticas y hasta para decidir el destino de sus colaboradores o de aquellos que no comulgaban con su modo de ser o su forma de hacer política.
Y a esta altura de los tiempos, después que pasaran algunos años desde aquella confesión a sus amigos, ha quedado visible cual era la pieza que faltaba en esa cadena de virtudes que, supuestamente, convertían en insuperable el pensamiento vigente por entonces: Empatía con la gente.
Parece algo sencillo, fácil. Sin embargo, hay veces que las alturas en las que se desenvuelven los vericuetos del poder marean e impiden apreciar el valor de la base, del comienzo de esa larga columna que debe ser escalada a su medida y armoniosamente sostenida en los principios de necesidad, oportunidad y conveniencia.
Condición humana
Y esa raíz de la razón de ser de un político está su condición humana.
El común de la gente tiene gestos generosos con aquellos que se presentan ante su consideración con el compromiso de representarla para dignificar su vida.
A modo de prueba, siempre otorga crédito a esos anhelos de la clase política que, en ocasiones, yerra cuando interpreta que la actitud se asemeja a un cheque en blanco.
Una de las expresiones de Insfrán tiene que ver con la relación que formula entre la amistad y la flora: “La amistad es como las plantas... Debemos regarla todos los días para que no se seque”, sugería.
Es una cuestión de piel. La relación con el pueblo no se funda en la ponderación de quien mejor habla, de quien más títulos tiene o del que se muestra más poderoso. Si se sostiene y acrecienta desde los más profundos sentimientos que emanan del alma.
Y el hijo de don Miguel y doña Pochó, más allá de la modificación en las frecuencias con las que trata a sus relaciones, mantiene inalterable su lealtad incondicional con la amistad, rasgo que lo distingue y con el que honra la vida.
Gildo- quien celebra su cumpleaños este 19 de enero- se ganó el respeto y reconocimiento del pueblo de Formosa que lo confirmó en el PEP desde 1995 y está ubicado en el podio de los principales líderes políticos del país.
Además, puede contemplar, orgulloso, el fruto de su planificación aunque, ante los encomios, siempre se limita a repetir: “Las grandes obras que se construyen para mejorar la vida de nuestro pueblo, trascienden a los hombres”.