Mariposas, luciérnagas y abejas, los insectos más amenazados del país
Los insecticidas, el calentamiento global, la sequía y el desmonte están atentando contra las distintas especies de insectos, fundamentales para el desarrollo de plantas y cultivos por ser polinizadoras.
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Varios estudios alertan del preocupante descenso de estos en todo el mundo. En la actualidad sobrevive sólo un 33% de los insectos que vivían hace una década, lo que significa que, de seguir desapareciendo al ritmo actual, las especies que forman parte de este grupo podrían extinguirse en apenas un siglo.
¿Cuándo fue la última vez que viste luciérnagas, mariposas o vaquitas de San Antonio? Probablemente hace mucho y tal vez si los viste recientemente no habrán sido muchos ejemplares.
¿Por qué deberíamos preocuparnos? En primer lugar, porque son parte de la cadena alimentaria en los ecosistemas, es decir, son alimento de otros seres vivos, que también ven amenazada su existencia si estos desaparecen, como los pájaros.
En segundo lugar, son importantes polinizadores. Las mariposas adultas, por ejemplo, beben el néctar de muchas flores y, mientras revolotean entre ellas, también esparcen polen, ayudando a las plantas a producir semillas, que igualmente alimentan a las aves y a otros animales salvajes y, por supuesto, ayudan a la planta a reproducirse.
La mayor parte de las especies de plantas huésped (hospedadoras) están en sostenida reducción, por la elevada urbanización y destrucción de las zonas de vegetación autóctonas, debido al desmonte, a la sequía y los incendios.
Los escasos remanentes forestales nativos, están siendo invadidos por especies vegetales exóticas, que terminan por desplazar a las plantas nativas, impidiendo a los insectos benéficos locales encontrar plantas donde desarrollarse y de las cuales alimentarse.
Según los especialistas, las mariposas tienen un vínculo particular con las plantas, de hecho, algunas de ellas son muy específicas y se alimentan de alguna especie puntual o, cuando están en estadio de oruga, solo pueden alimentarse de las hojas de determinadas plantas. Por ejemplo, la mariposa bandera argentina es propia de la región rioplatense y se alimenta únicamente del árbol coronillo, entonces, donde no hay coronillo, no hay mariposa bandera argentina. Es lo que en biología se llama “especies paraguas”, es decir, conservarla implica conservar también las especies vegetales que se relacionan con ellas.
Si hay algo que el ser humano debe aprender de la naturaleza, es que en ella nada es casual, todo tiene un motivo. Y por eso, una alteración en cualquiera de los elementos que la componen genera un cambio en todo el proceso. En este caso, el famoso “efecto mariposa” se vuelve real: por ejemplo, si no hay mariposas, hay aves que también se ven afectadas. Porque para muchas de ellas, las orugas de mariposa son una fuente de alimentación muy importante.
Afortunadamente, hay una extraordinaria forma de atraer a los polinizadores beneficiosos y cuidarlos: plantando un jardín de flores silvestres.
¿Qué es una «flor silvestre»?
La definición de «flor silvestre» es un tipo de planta con flor que crece sin intervención humana. Como tal, puede parecer un poco extraño plantar un jardín de flores silvestres intencionadamente.
Sin embargo, por lo general, las flores silvestres autóctonas han sido sustituidas en la mayoría de las zonas en favor del césped y los jardines de flores cultivados. Algunos tienen la idea de que algunas plantas son mucho más bellas y valiosas que otras.
Flores silvestres como las margaritas, amapolas, caléndulas y los acianos se consideran «comunes». Vulgares, incluso. Han sido relegadas a la casta más baja, sólo aptas para los ramilletes de los campesinos y el forraje de los animales.
En cambio, las rosas, peonías, lirios y delfinios se consideran elegantes. Son especies que muchos cultivan para demostrar su estatus social.
En términos más simples, la idea ha sido que si una especie puede crecer lo suficientemente bien por sí misma, en el campo, entonces es demasiado básica para crecer en un jardín de categoría.
El problema es que no son precisamente beneficiosas para tu jardín o huerto, a menos que vivas en una región donde estas especies «especiales» crezcan de forma autóctona.
¿Por qué son importantes las especies silvestres?
Las flores silvestres y los polinizadores que las fertilizan se desarrollaron juntos a lo largo del tiempo. Tomemos como ejemplo la humilde margarita. Observa que su epíteto binomial es «vulgar», «común».
Estas flores existen desde hace unos 49 millones de años. Por esto, las especies de insectos locales, como los abejorros, evolucionaron junto a estas flores.
Aprendieron a utilizar el néctar de las margaritas de la forma más eficiente y, a su vez, estas flores se beneficiaron de los cuidados de los insectos que se ajustaban a sus necesidades.
Las cucurbitáceas como las calabazas y los pepinos, así como las verduras de hoja verde y las judías, son increíblemente vulnerables a las infestaciones de pulgones. ¿Qué crees que pasa si plantas margaritas alrededor de estas especies o las plantas de compañía en el jardín?
Exactamente. Las flores atraen (y son polinizadas por) moscas voladoras adultas. Estas moscas voladoras también se dirigen a esas sabrosas flores de pepino porque su néctar es delicioso.
Y ya que están allí, ¿por qué no depositar también algunos huevos? Y, oh, mira, esas larvas se alimentarán de pulgones mientras están allí.
Otra punta importante es participar de las actividades de concientización de las ONG que hacen conservación, como Aves Argentinas, que no solo organizan charlas, sino que también entregan semillas y plantines de plantas autóctonas, como la pasionaria o la planta trepadora mburucuyá, una de las preferidas de la mariposa espejito. O la planta dama de noche, el atractivo de las mariposas nocturnas que hacen el proceso de polinización bajo la luz de la luna.