HABLÓ EN EL MOMENTO DE SU DESPEDIDA, EN EL CEMENTERIO SAN JUAN BAUTISTA
Martínez Llano destacó la figura de Emma Tacta de Romero
En una ceremonia íntima que se llevó a cabo ayer antes del mediodía en el cementerio local, con la presencia de amigos y familiares luego de que hablara por los amigos Mariano Saavedra, hizo lo propio el ex Diputado nacional, quien tenía una relación de muchos años con el ex matrimonio gobernante y fue acérrimo adversario en el peronismo, en una interna partidaria en la década del 90. Luego de eso, reanudaron los lazos de amistad en un vínculo de mutuo respeto y alta consideración recíproca. Durante toda la jornada del sábado desfilaron por la sala velatoria de la calle San Juan gran cantidad de amigos, parientes y dirigentes políticos desde el gobernador Gustavo Valdés para abajo, y expresiones de todo el arco de la política de Corrientes.
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Hoy, en un momento tan importante para la familia Romero, me corresponde la satisfacción de estar aquí. Voy a decir unas breves palabras en nombre de mi partido, el Partido Justicialista (PJ) a escala nacional, provincial, y también a título personal”, comenzó diciendo Rodolfo Martínez Llano.
Continuó: “Doña Emma fue una figura señera dentro de la vida del PJ, reconocida en el orden nacional como esa gran mujer, esa gran militante, esa gran compañera política que fue de don Julio Romero.
Supo destacarse, como apoderada nacional del partido, en momentos difíciles, y supo acompañar a su esposo en momentos más difíciles aún, cuando debió partir hacia el exilio por varios años hacia Asunción como perseguido político.
El PJ, tanto a nivel nacional como a nivel local, reconoce en la figura de doña Emma un ejemplo de solidaridad, de lucha, de trabajo, de vocación de poder, que marcó una época, lo mismo que en don Julio.
Las circunstancias hicieron que, cuando falleciera don Julio Romero, no esté acá en Corrientes. Por eso no estuve acompañando, como hubiera sido mi más íntimo y sincero deseo. Hoy se da la circunstancia de que, estando en la Capital, pueda venir a cumplir. A cumplir con doña Emma, y, cumpliendo con doña Emma, también lo hago con don Julio. Con ambos en las últimas cuatro décadas tuve una relación bastante intensa. A veces buena, a veces no tan buena, propia del devenir de la política y las pasiones propias de ella. Estuvimos muy cerca, estuvimos muy lejos, pero yo siempre los respeté y los admiré como dirigentes, y como personas, algo que fue recíproco porque me distinguieron con su amistad que siempre valoré. Por eso, nada mejor, que venir a expresarlo acá, en el momento de esta despedida de doña Emma. Muchas veces departimos en el diario Época, en los eneros de Punta del Este, en sus casas de Palermo chico o de Corrientes.
Siempre estuvo de por medio ese reconocimiento a lo que ha sido su carrera política, la carrera de una pareja política que marcó una época, no solamente en la vida del justicialismo, sino en la vida misma de la provincia de Corrientes en la que dejaron huella. Don Julio fue el último gobernador que tuvo el peronismo en la provincia, un hombre con vocación de poder, con fuerza, con convicción, que tuvo la dicha de tener a su lado a una mujer del temple y las agallas de doña Emma.
Este panteón en el que hoy descansa don Julio, y donde a partir de hoy queda junto con el cuerpo de doña Emma, supo ser de mi familia desde el siglo pasado. Acá estaban mis padres, mis abuelos, bisabuelos y demás antepasados que fueron trasladados al campo familiar.
Hicimos hace ya muchos años un negocio que iba más allá de lo económico. Para mí fue una enorme satisfacción que este panteón quede para don Julio. Como testimonio de que las diferencias en la política, que fueron muy fuertes, habían quedado cerradas. Un lugar en la calle principal, el tercero desde la entrada, que es propio para un ex Gobernador cuya gestión es recordada por los correntinos y particularmente por los peronistas.
Repito, hubiera querido estar en el entierro de don Julio, como hubiera querido estar en el entierro de otro hombre que la política nos separó, pero luego nos reconciliamos como fue el senador Ángel Pardo, un gran compañero y amigo. La política muchas veces nos aleja, pero las personas de bien sabemos entender, comprender y mirar más lejos.
No hace mucho volví a este cementerio, después de muchos años de haber vendido este lugar, para acompañar la despedida de otra gran dama de Corrientes, la señora María Antonieta Danuzzo de Gómez, que como doña Emma siempre ayudaron a la gente hasta sus últimos días.
Esta fue una característica de a quien hoy despedimos.
Hasta sus últimos días y aún en sillas de ruedas ella misma hacía las gestiones, muchas veces llegando hasta la Casa de Gobierno donde estaba la orden del Gobernador de allanar sus pedidos.
Ella tendía la mano generosa a todos. Con estas palabras, me voy de acá con la satisfacción íntima del deber cumplido para con don Julio y doña Emma y el reconocimiento también a quien fue su soporte principal, su hija mayor Micheli Romero.
Tuvo muchos hijos, pero ella fue quien estuvo hasta lo último a su lado. Hago extensivo el saludo a toda la familia por esta pérdida tan sentida y lamentable”.
Un panteón "con historia", digno para un gobernador
Construido por el matrimonio de Carmen Camelino Vedoya y el doctor José del Rosario Amarilla, destacado médico que, paradójicamente, murió por fiebre amarilla a inicios del siglo XX, allí descansaban los restos de sus dueños, del ex Gobernador José María de Llano, su esposa Ángela Iglesia de Llano, del doctor Delio J Martínez y su esposa Luisa Amelia Llano de Martínez, y otros exponentes de la familia Llano. A partir de 1941, 20 años después del fallecimiento de Carmen Camelino, el panteón pasó a manos de los hijos del matrimonio de José Rodolfo de Llano y Rosario Llano de Llano, los hermanos David Rodolfo (Toto), José Romilio (Timbe), y Luisa Amelia Llano de Martínez (Chulu).
Después de 40 años y luego del traslado a un campo familiar, en el límite con Misiones de todos quienes lo ocupaban, uno de los exponentes de la familia, Rodolfo Martínez Llano, acordó la venta del panteón. Este tiene una ubicación privilegiada, siendo el tercero a la derecha desde la entrada, sobre la calle principal, a don Julio Romero en lo que fue "el broche final" que selló la reconciliación. Esto ocurrió después de un pleito político que tuvo en vilo al peronismo y a la política de Corrientes a fines de la década del 80. Don Julio había sorteado, años atrás, una durísima puja interna con Carlos Farizano y años después, luego de una interna en la que se dijeron de todo por los medios y de una larga lucha judicial que concluyó con la hegemonía política que, por más de tres décadas, mantuvo el matrimonio Romero en el peronismo de Corrientes.