TERCER MILENIO
Reflexiones sobre el movimiento obrero organizado en la historia del peronismo
Por Aldo Duzdevich
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Hace diez años, José Cornejo, entonces joven director de Agencia Paco Urondo, me dijo que “el mayor error de la JP en los 70, fue definir a la entonces llamada “burocracia sindical” como su enemigo”. Una reflexión inteligente y original por venir de un grupo que toma el nombre de un ex combatiente de las FAR. Y contra la corriente de todo el aparato cultural ultra-k, en este portal pueden leerse muchas notas reivindicando del papel de Rucci y del movimiento obrero en el retorno de Perón.
Lamentablemente, gran parte del kirchnerismo heredero de un montonerismo tardío, compró ese cliché de la burocracia sindical, a la que ahora, define despectivamente con el mote de “los gordos”. El caso más paradigmático es el de Hugo Moyano. Mientras gobernó Néstor, Moyano era (salvando las distancias y personajes) lo que Rucci fue a Perón. Es decir, un líder sindical poderoso que mantenía alineada a la CGT con las políticas del gobierno popular. Pero un día ese vínculo se rompió. Entonces el gran fiscal de los 70 Horacio Verbitsky, empezó a escribir en Página 12 que Moyano había sido miembro de la Juventud Sindical y cercano a la temida Triple A. Moyano se alejó del gobierno, e incluso se mostró con Macri inaugurando el monumento a Perón. Pero, un día Moyano volvió a mostrarse con Cristina. Y su heredero Pablo se convirtió en duro crítico del macrismo. Entonces, Hugo volvió a ser rubio y de ojos celestes.
La historia de los 70 les fue contada a los jóvenes por periodistas ex militantes de Montoneros como Bonasso, Verbitsky, Caparros; o ex militantes del ERP, como Anguita, María Soane, Cecchini, y otros. Eso llevó, por ejemplo, a que un dirigente del máximo nivel K diga que prefiere homenajear a Tosco, en lugar de Rucci. Desconociendo que tratándose de la CGT de los Argentinos (de 1970) bien podría rendir homenaje a Raymundo Ongaro que sí era peronista.
¿La patria Metalúrgica
o la patria Montonera?
A los 17 años, yo militaba en la Tendencia, y recuerdo que entre nuestros enemigos estaba la llamada patria metalúrgica. Cincuenta años después, me pregunto: ¿cómo sería esa patria metalúrgica? ¿Sería un país donde los obreros metalúrgicos fuesen mayoría? ¿Tendríamos minería de hierro, grandes acerías, industria pesada, metal-mecánica, industria liviana, automotrices? ¿Y dónde estaría la parte mala del asunto? Porque en nuestra Argentina de hoy, cada vez que se inaugura, aunque sea una fábrica de tornillos, presidentes, ministros, y gobernadores, se tiran de cabeza para la foto. ¿Y la patria montonera, por la cual luchábamos, cuál sería?
Lo que sí pasó, fue que, en esa confrontación, desde mi sector, se “ajustició” a Vandor, Alonso, Kloosterman, Rucci y otros tantos dirigentes sindicales más. Y desde el lado sindical se cobraron muchas vidas de este lado también. Algunos ex compañeros míos siguen convencidos que matar “burócratas” no estuvo mal. Ya no vale hacer historia contra fáctica, pero tal vez si en lugar de matarnos entre juventud revolucionaria y poder sindical, nos hubiésemos puesto de acuerdo en acompañar juntos a Perón e institucionalizar el peronismo, otro hubiese sido el desenlace de la historia. Tenía razón Cornejo.
La Resistencia, Rucci y
el New York Times
Entre tantas omisiones históricas del relato setentista está la lucha de la Resistencia Peronista a partir de 1955, donde los trabajadores y sus sindicatos jugaron un rol central. Se ignora por ejemplo que el Plan Conintes aplicado por Frondizi, tuvo cerca de cinco mil presos. Como recordará Cacho El Kadri: “En el Conintes el 99% de los presos políticos eran laburantes, y apenas un 1% éramos estudiantes universitarios”.
El 1 de marzo de 1957 el diario The New York Times en un largo editorial que llevaba por título “Perón versus Argentina” entre otros conceptos expresaba dos ideas fundamentales: 1) “En el futuro de Argentina hay muchas cosas inciertas, pero de una, no puede haber la menor duda: Juan Perón nunca volverá al poder.” y 2) “En general,
Argentina está recuperando la debida categoría de país agropecuario, maravillosamente rico”.
José Ignacio Rucci, entonces delegado del gremio metalúrgico, en respuesta al NYT, escribe en el diario Palabra Argentina: “La Argentina parece ignorar que vivimos actualmente dentro de una civilización metalúrgica, bien lejos ya, por cierto, de la economía pastoril y semicolonial, que conocieron nuestros inmediatos antepasados, y que todavía, anacrónicamente se empeñan en imponernos unas decenas de familias oligárquicas, que con la defensa de sus mezquinos intereses, quieren parar a las fuerzas históricas del país, el desarrollo técnico argentino y la marcha de la nación hacia una civilización industrial”.
El sindicalismo frente a la dictadura
Otra omisión deliberada del relato setentista es la lucha de movimiento obrero contra la dictadura de Videla 76-83. Mientras existen decenas de notas periodísticas, libros e incluso películas de la contraofensiva montonera (de la cual nos enteramos 30 años después), poco o nada hay escrito sobre la lucha del movimiento obrero en esos años. Si bien la excusa del golpe del 24 de marzo fue combatir a la guerrilla, a los pocos días quedó claro que el objetivo era imponer el modelo económico neoliberal, y como condición necesaria, debilitar al Movimiento Obrero Organizado.
Jorge Rafael Videla, en el Documento de Trabajo sobre las Bases Políticas para la Reorganización Nacional, expuso: “Deben dictarse las leyes fundamentales de Asociaciones Gremiales de Trabajadores (...) Es necesario quitar a estos organismos el poderío económico que proviene de la acumulación de riqueza, dado que, cuando este se agrega a la fuerza gremial, corrompe la función de sus dirigentes e instituye poderío político”.
Sin duda los militares tenían muy claro el peligro que significaba para ellos una CGT única, e identificada políticamente con el peronismo. Recordemos que fue el peronismo quien forjó el concepto de CGT única. En julio de 1947 el entonces Presidente Perón exponía ante el auditorio de la CGT: “El gobierno necesita sindicatos organizados y necesita una central obrera tan poderosa como sea posible, porque ese es el apoyo que ha de tener en el futuro para poder cumplir los grandes destinos de esta Patria. Una gran central obrera es la mejor garantía para el gobierno, que no cuenta con otra fuerza que la fuerza del trabajo”.
Desde el mismo marzo del 76, comenzaron las luchas de distintos sindicatos en defensa de sus trabajadores. Pero fue el 27 de abril de 1979 que la Comisión de los 25 convocó al primer paro nacional contra la dictadura. Al que siguió un largo plan de lucha dentro de los márgenes que la represión permitía moverse a la dirigencia gremial que era detenida y encarcelada. Siguieron la marcha de San Cayetano y la histórica movilización del 30 de marzo de 1982.
La CGT toma la iniciativa en la resistencia al plan Milei
Hoy el kirchnerismo-peronismo ha quedado mal herido y desarticulado después de los fallidos cuatro años de gobierno y la inesperada victoria electoral del libertario Javier Milei. Milei ha adoptado la estrategia de descargar toda la batería de medidas anarco-libertarias en los primeros sesenta días de gobierno, mientras se mantiene su apoyo inicial y el desconcierto de la oposición.
En esta difícil circunstancia, ha sido la CGT dominada por los llamados “gordos” quienes se han puesto al frente de la pelea. Y, en la ansiedad que gana a la militancia política, ya hay quienes ven en la conducción cegetista, a la nueva conducción del peronismo- kirchnerismo. Incluso para algunos, vendrían siendo casi, la vanguardia revolucionaria que tumbe al gobierno y al capitalismo. Un director de cine, que dirigió buenas películas, pero ninguna revolución, postula que “el paro de la CGT tiene que ser por tiempo indeterminado: hasta que caiga el gobierno.” Y logra miles de retuit de enfervorizados combatientes progresistas, que en el fondo siguen pensando que “los gordos son unos traidores que van a defeccionar, entonces hay que apretarlos”.
Ni vanguardia
revolucionaria, ni traidores
Si uno toma el estatuto de cualquier organización gremial, (por ejemplo la UOM) en la exposición de sus propósitos figura como primer punto: “defensa de los intereses individuales, colectivos y profesionales de sus afiliados”. Es decir, los sindicatos tienen como prioridad defender los intereses de sus afiliados. Esta tarea la debieron asumir en nuestra historia en dictaduras, en gobiernos semi- constitucionales, y gobiernos constitucionales peronistas y no peronistas.
Y, mientras preparan el paro con movilización del 24 de enero, la mayoría de ellos debaten en las mesas paritarias aumentos para sus afiliados. Ya varios sindicatos de los más grandes han obtenido aumentos que van del 20 al 47 % en el mes de enero. Claro que, además de su batalla sectorial, están dispuestos a dar lucha contra el plan de ajuste del gobierno, que afecta seriamente el futuro de todos los argentinos. Pero convengamos que después de castigarlos mediáticamente y ningunearlos durante tantos años, es hipócrita exigirles que se transformen en la conducción política del Frente de Todos, que ha terminado disperso y sin liderazgos sólidos visibles.
Arranquemos por cambiar la actitud negativa histórica, hacia la dirigencia sindical. Está claro que, al igual que nuestra dirigencia política, no son beatos, ni egresados de un liceo de señoritas. Perón en uno de sus últimos discursos los caracterizó como dirigentes “sabios y prudentes”. Bienvenida sea la idea de que el Movimiento Obrero Organizado recupere un rol protagónico dentro del Movimiento Nacional. Pero no caigamos en el error de exigirles que se alineen y disciplinen detrás de las consignas insurreccionales que le mandamos por Twitter. La lucha va a ser larga y difícil, y el Movimiento Obrero está llamado nuevamente a ser parte fundamental en ella, pero comencemos por respetarlo, escucharlo y entenderlo.