Vacunas, política y comunicación
El mundo post pandemia que se está gestando de cara a la segunda mitad del 2021, y sobre todo para 2022, pareciera ser mucho más auspicioso que el inédito, angustioso e incierto 2020. La disponibilidad de varias vacunas en un tiempo récord y su progresiva aplicación en la mayoría de los países cristalizan cada vez más la idea de una “nueva normalidad”.
No sin dificultades, los gobiernos de todos los países aceleran las negociaciones con las grandes farmacéuticas para asegurarse el flujo suficiente de vacunas que les permitan alcanzar cuanto antes la tan mentada inmunidad de rebaño. Así las cosas, si bien casi no quedan países que hayan reconocido la gravedad de la pandemia y actuado en consecuencia, muchos líderes enfrentan los efectos electorales de haber tomado malas o tardías decisiones.
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Vacunas: entre la negociación y la producción mundial
La Argentina se encuentra entre los 60 países que vienen aplicando sistemáticamente dosis de las vacunas y que proyectan conseguir una significativa mayoría o totalidad de población inmunizada hacia finales de este año. Si bien las entendibles y atendibles ansiedades de los ciudadanos podrían ver este dato como una espera demasiado extendida, lo cierto es que no son muchos los países en el mundo los que podrán comenzar el 2022 con una inmunización generalizada. De hecho, se estima que 130 países estarán excluidos o bien recibirán escasas dosis de las vacunas en 2021, teniendo que esperar al año próximo para comenzar a vacunar a su población.
Es evidente que, en tiempos de una demanda inédita de dimensiones globales por un bien relativamente escaso, Argentina se ha logrado posicionar dentro de un conjunto de países que están en condiciones de acceder a las dosis. Si la primera gran carrera que se había planteado en el inicio de esta pandemia era el negociar la adquisición de vacunas, podemos decir que el país ha superado dicha instancia con éxito. Más allá de las polémicas en torno a las negociaciones con uno de los grandes laboratorios, y la utilización política que algunos referentes de la oposición han querido hacer de eso pese a la rotunda desmentida de la empresa, lo cierto es que la Argentina tendría asegurado un significativo stock de vacunas que se sigue ampliando en función de nuevos acuerdos con laboratorios que desarrollan nuevos productos.
Ahora sólo resta superar los problemas característicos de una producción hipersaturada, lo que obviamente no es un tema en absoluto menor: anualmente se suelen producir alrededor de 500 millones de vacunas al año, pero la necesidad de una inmunización contra el Covid-19 requeriría que se produzcan 15 veces mas de vacunas para satisfacer la demanda de 7.8 mil millones de personas. Evidentemente, esto denota un problema de producción que sólo se podrá resolver en el mediano y largo plazo.
Si la globalización había dejado en claro que el mundo del siglo XX y en particular del siglo XXI se caracteriza por una interconexión casi instantánea de su producción y comunicación, el coronavirus y su eventual erradicación dan cuenta de la necesidad que tenemos como humanidad de pensar soluciones globales a problemas globales. No alcanza con que países como Israel o Estados Unidos le apliquen la vacuna al total de su población, si el resto de los países no logra avanzar con agilidad en la inmunización.
Hace su aparición así la inocultable dimensión geopolítica de las vacunas, que no sólo profundiza las desigualdades que ya caracterizan al mundo actual entre países ricos y países pobres, sino que complejizan la situación sanitaria global al hacerla parte de la guerra comercial que libran las grandes potencias. El acaparamiento de excedentes de vacunas por parte de los Estados Unidos para luego ofrecerlas a “países amigos”, la negativa de la Unión Europea a reconocer la Sputnik V o la china Sinopharm, o la llamada “diplomacia de las vacunas” de Vladimir Putin, son sólo algunos ejemplos de ello.
Gestión de la crisis: entre la comunicación y las vacunas
Si bien este mundo post segunda ola no tiene la capacidad de derribar todas las incertidumbres que se nos presentan como humanidad, es evidente que la existencia de la vacuna y su progresiva aplicación en todas las personas genera cierta certeza de que una nueva normalidad está pronto a iniciarse. Pero lo cierto es que no alcanza sólo con la aplicación de la vacuna para generar certidumbres en los ciudadanos. Son, en definitiva, los liderazgos aquellos que, en estos momentos de crisis, pueden suscitar apoyo o desconfianza en los votantes y lo que, llegado el momento de sufragar, se puede traduciendo en aprobación o desaprobación de los candidatos.
Quizás el caso paradigmático de lo que significa la penalización de los electores hacia el negacionismo y el retraso en una gestión responsable de la crisis, fue la derrota electoral de Donald Trump. A pesar que el republicano había logrado revertir las cifras de desempleo que se habían ido incrementando desde por lo menos finales de la década de 1990, su negativa a reconocer la gravedad de la crisis del Covid-19 y su aletargada reacción para afrontar las consecuencias económicas de la pandemia y comenzar las campañas de vacunación, lo convirtieron en uno de los pocos presidentes que aun buscando su reelección no la haya logrado conseguir.
Algo similar avizoran los expertos en el Brasil de Bolsonaro de cara a los comicios del año 2022. Según los encuestadores, la intención de voto del presidente gira en torno a un magro 24%. Se trata de una caída estrepitosa en la imagen del presidente, la cual muchos especialista en estudios de opinión pública adjudican -principalmente- a la mala gestión de la crisis sanitaria que ubica a Brasil como el segundo país con más fallecidos en el mundo, después de los Estados Unidos. Más allá de la imagen presidencial, lo que realmente preocupa es la disconformidad de los electores con el sistema político en su conjunto. Tal es la gravedad de la situación que líderes tan distintos como Lula Da Silva y Fernando Henrique Cardoso, dos ex presidentes con marcadas diferencias ideológicas, propician acercamientos mutuos con el objetivo de evitar una crisis institucional generalizada y fortalecer la candidatura de Lula -siendo el candidato con mayor intención de voto- de cara a los próximos comicios. Seguramente lo sucedido en Chile con la elección de los constituyentes que elaborarán la nueva carta magna que eliminará los vestigios pinochetistas del sistema político del país trasandino, ha sido una señal de alerta para muchos.
Con largos meses por delante hasta las elecciones de noviembre, la gestión de la pandemia continúa y, si bien las dosis van llegando en cada vez más cantidad, estamos atravesando el ojo de la tormenta. Es inevitable que los políticos miren los comicios venideros, y con ello su futuro político. Sin embargo, la clave de lo que puede ocurrir en algunos meses, está en juego hoy: tanto en la agilidad y eficiencia de la vacunación como también en la comunicación.
Está más que claro que la única forma de terminar con la pandemia es inmunizando a las personas, aplicándoles la vacuna; pero no es posible fortalecer el desgastado vínculo entre la política y la ciudadanía en estas largas cuarentenas y devastadoras crisis sanitarias con consecuencias muy gravosas en lo social y económico, prescindiendo de la herramienta de la comunicación.
Gonzalo Arias