PROTECCIÓN Y CONSERVACIÓN DE ESPECIES USADAS COMO MASCOTAS O PARA EL TRÁFICO ILEGAL
Valioso trabajo de rescate y recuperación de animales silvestres en Guaycolec
El médico veterinario Matías Castillo explicó que Guaycolec “es un lugar donde nuestra función principal es recuperar animales rescatados en procedimientos de Gendarmería, Prefectura y distintos organismos estatales; en caso de ser pichones o animales muy jóvenes se los engorda, llegan a cierta edad y después se liberan”.
La estación de animales silvestres Guaycolec fue creada en el año 1980 y su objetivo principal es la conservación de la fauna y la flora autóctona. Actúa como centro de rescate de animales silvestres, albergando especies que provienen de domicilios particulares, con entrega voluntaria o intervención del personal de control. En otros casos, son rescatados del tráfico ilegal por parte de las fuerzas de seguridad.
“Este es un lugar donde nuestra función principal es recuperar animales rescatados en procedimientos de Gendarmería, Prefectura y distintos organismos estatales. En caso de ser pichones o animales muy jóvenes se los engorda, llegan a cierta edad y después se liberan”, explicó el médico veterinario Matías Castillo, en testimonios recabados para el informe especial del programa de Nuestros pueblos, que se emite por Canal 3 Formosa.
“Hay muchos otros animales –agregó- que tienen una impronta muy grande con el ser humano, es decir que están tan acostumbrados a que se los alimente, entonces no son factibles de ser liberados, quedando en cautiverio por el resto de su vida. Contamos con 50 hectáreas de las cuales estamos utilizando solamente 10. El resto es monte, sabana, bosque en galería, muy variado todo. Además, tenemos la suerte de tener colaboración con la estancia Guaycolec, que es muy extensa, así que muchos de los animales son reintroducidos allí”.
El tapir (Anta Mborevi) habita en las sabanas ecotonales, los montes fuertes, los quebrachales, las isletas y los bosques ribereños. Es solitario, nocturno y herbívoro. Muy perseguido por su carne, está en peligro de extinción.
Castillo contó que “la hembra que está en Guaycolec es adulta, de 6 años, la rescatamos de los incendios cuando tenía días de vida, la alimentamos, tuvo inconvenientes durante toda su vida debido a que no tomó prácticamente nada de la leche materna, lo cual trae muchos problemas, por suerte se recuperó, ahora es una hembra fuerte, grande y es mamá, el bebé nació en enero y todavía tiene las manchitas blancas, si bien las va perdiendo”.
“Eso es normal cuando nacen –dijo- están completamente manchados para mimetizarse con el ambiente. Es un punto muy importante a tener en cuenta porque la hembra va a buscar comida y lo deja al bebé solito. Y una de las causas principales de que nosotros recibimos los animales es que la gente encuentra a un tapir bebé solito, al igual que otros animales, pero hay que pensar que la mamá justamente lo dejó para buscar alimento y después vuelve con el”.
Respecto a su alimentación, detalló que son estrictamente herbívoros y muy selectivos y “comen ciertos tipos de hojas, principalmente de pequeño tamaño, y no en mucha cantidad, van comiendo poquitito en todos lados, eso hace que al ir caminando vayan esparciendo semillas, por ejemplo, de distintos frutos, por eso se los llama los arquitectos del monte, ya sea porque su caminata tiene cierto peso y va trazándose camino o su materia fecal contiene semillas que son diseminadas por todo el monte”.
Sobre otra especie, el guazuncho o corzuela, indicó que en Guaycolec “hay un macho que está llegando a la edad adulta y le están saliendo las primeras guampitas, que a diferencia de los cuernos que es una estructura fija en el cráneo, se renuevan cada cierto tiempo; estos animales son rescatados desde bebés y muchos de ellos están muy acostumbrados a los humanos y a que se les dé de comer”.
Respecto al ejemplar que está en la estación, comentó que “tiene un año y lo tenemos acá hace 10, 11 meses, muy chiquitito, lo tenían de mascota en una casa del interior de la provincia, en Ibarreta; lo habían encontrado solo en el monte y una familia lo sacó de ese entorno, lo llevó a su casa y lo alimentó, hasta que nos llamaron y lo fuimos a buscar”.
Del mismo modo, también se pueden encontrar víboras, como la falsa yarará: “Acá es un lugar de muchas serpientes, son completamente libres así que es normal que se encuentren venenosas y no venenosas, por lo que hay que tener cuidado en esta zona”. Y recomendó no levantar las piedras ni troncos huecos, a la vez que pidió que los niños tengan un buen calzado y estén acompañados por sus padres en todo momento cuando visiten la estación.
Un capítulo aparte se llevan las tortugas terrestres comunes, cuyo período de vida es de alrededor de 300 años. “Lo que se debe saber sobre esta especie es que una vez que son alimentadas por el ser humano nunca más lo vuelven a hacer naturalmente, porque no saben encontrar su comida, por ello que deben estar en cautiverio”.
En el terrario del lugar se hicieron pozos en diversos lugares donde se colocaron huevos para que sean incubados y las crías de esas tortugas que no tienen contacto con el humano sean reintroducidas en el medio.
Castillo contó además que “constantemente estamos recibiendo animales desde distintos puntos de la provincia, por el tráfico ilegal. Así que muchos no son propios de nuestra provincia y lamentablemente tienen que permanecer en cautiverio el resto de su vida, entre ellos monos capuchinos o guacamayos, entre otros”.
A su vez, “dentro de los animales autóctonos que más recibimos están los monos, en distintos tipos como carayá o mirikiná”, debido a que “está muy arraigado en la provincia el tener animales silvestres como mascotas”, citando a modo de ejemplo a los loros o cotorras.
En tanto, los loros habladores o Amazona aestiva tienen una vida media de hasta 70 a 90 años. Su alimentación es de semillas, frutas y verduras. Se trata de una de las aves más populares por su enorme capacidad para aprender a hablar y su facilidad para adaptarse a la vida en cautividad. Su estatus de conservación es amenazado, debido al mascotismo.
“Los loros habladores –indicó- son rescatados de domicilios particulares porque una de las características de esta especie es su longevidad, aproximadamente 80 años de vida. Es muy común que las abuelas tengan un loro y que se lo pasen después a los nietos, que no los pueden criar. Lamentablemente, como estuvieron tantos años con el ser humano, no pueden ser liberados. Por eso, se encuentran en Guaycolec, para justamente mostrarles a las personas qué pasa con el cautiverio de especies silvestres: terminan encerrados de por vida en lugar de estar libres, como debería ser”.
Otra de las especies exóticas con las que cuenta Guaycolec es el guacamayo azul, que es producto del tráfico ilegal: “Estos ejemplares fueron rescatados por Gendarmería provenientes de Paraguay y Brasil. También hay guacamayos rojos. A muchas de estas parejas las tenemos hace más de 40 años. Hacemos reproducción. Hay parejas que tienen su nido y los pichones son reintroducidos gracias a un proyecto que existe en los esteros del Iberá en esa zona, mientras que muchos otros tienen que permanecer en cautiverio”.
Asimismo, el tucán grande (Ramphastos toco) se alimenta de frutas, insectos, reptiles y huevos de otras aves. Su vida media es de 10 a 15 años. Su enorme pico tiene la función de regular la temperatura del cuerpo: “El tucán adulto que está en Guaycolec estuvo en cautiverio 15 años aproximadamente. Es un adulto viejo y está tan acostumbrado al humano que no puede ser devuelto. Inclusive, se lo libera, da vueltas, pero vuelve a la jaula. Lo más característico del tucán es su vuelo. Por ahí no se lo va a ver, pero sí se lo va a escuchar mientras vuela”.
Sobre los monos mirikiná, comentó que son nocturnos, permanecen despiertos de noche, porque ese es el momento en que cazan. Los que están en Guaycolec son producto del mascotismo ilegal: “Están hace tanto tiempo en cautiverio que ellos mismos no saben que son monos. Por eso se acercan a las personas, las tocan. Naturalmente son muy miedosos, nunca se acercan al ser humano (en su hábitat natural), pero como estos animales están acostumbrados, no pueden ser reintroducidos”.
De igual forma, están los monos capuchinos, que provienen de Brasil y Paraguay y “tenemos una monita que se llama Chispita y es una de las tantas que fueron criadas por nosotros artificialmente con mamadera, en nuestros brazos, todos los días, porque requieren mucho cuidado, igual que un bebé humano; ahora tiene cinco años, es una hembra adulta, pero al no ser una especie autóctona no podemos reintroducirla, ni siquiera en Misiones”.
El veterinario sostuvo que “como formamos parte de una reserva tenemos muchos animales silvestres alrededor, esta es una zona profunda de pagos del monte, con animales en peligro de extinción, que son muy buscados por su carne y lastimosamente son cazados por eso, pero por suerte tenemos una buena población de tapires, gatos onza e inclusive se pudieron observar pumas; nuestra zona es muy rica, muy agraciada en flora y fauna, así que estamos con mucha suerte de contar con un lugar así”.